¡A Navarra con los Santos!

1840

Por María Ángeles Herrero

¡Ya está aquí el autobús! Ya llegan…

El murmullo recorre rápidamente la plazoleta que hay junto a la Puerta del Cinto, única que se conserva de la muralla que Arnedo tuvo hace siglos. Todos estiramos el cuello a la vez que nos arrebujamos. Las madrugadas de finales de septiembre son frescas. Los navarros que llegan de Andosilla, aunque en otras épocas lo hicieron de otras poblaciones como Cárcar o San Adrián, vienen para acompañarnos a cantar la Aurora y rezar el Rosario en honor de San Cosme y San Damián. Entre saludos, abrazos afectuosos y alegría compartida, suenan las primeras notas de la guitarra y todas las voces a una, entonamos: “Los navarros y riojanos hoy, con gran solemnidad, honramos en este día, a San Cosme y San Damián. Santos mártires de Arnedo escuchad nuestra oración, y guiadnos por la senda, del camino de la Gloria, que nos lleve junto a Dios”. Cuando los arnedanos cantamos Los navarros y riojanos entre nosotros o en compañía de los navarros, sentimos que el corazón nos crece dentro del pecho, la alegría nos inunda y destilamos “arnedanismo” por los cuatro costados. Es una canción entonada al amanecer, que aprendemos casi desde la cuna escuchando a nuestros mayores.

Es de noche y hace frío pero el calor de la hermandad de dos pueblos, es abrigo más que suficiente para iniciar el circuito que recorrerá la población mientras suena la campanilla y entonamos cánticos en lugares establecidos llamados cantones, para despertar a los dormilones y convocarlos a honrar a sus Patronos en su día grande cantando y rezando.

Y entre cantón y cantón, aurora y aurora, llegamos al templo de Santo Tomás. Desde hace unos años ya no escuchamos a D. Luis echarles el pregón de bienvenida los navarros, pero sabíamos que estaba entre nosotros, este año nos ha dejado definitivamente pero seguro que desde el cielo se reirá mucho escuchando “las charlas” que harán los navarros en la procesión… pero me estoy adelantando.


Desde aquí y hasta llegar a la iglesia de San Cosme y San Damián, iremos rezando el Rosario, aunque ocasionalmente, se entona algún cántico. Se celebra misa, la parroquia se queda pequeña para albergar a tantos madrugadores y muchos se quedan en el patio, no importa el frío, pues a la salida se entonan jotas por los navarros, por los arnedanos, con más o menos gracia, a tono o desentonados; lo importante en realidad, es pasar un buen rato con los amigos que nos visitan en un día tan especial.

A las once comienza la procesión. Los bustos-relicario de San Cosme y San Damián que la protagonizan, son dos tallas de madera policromada de estilo romanista, probablemente, de finales del siglo XVI. Son tan parecidos, que a primera vista y a falta de los atributos que los caracterizan, es casi imposible saber quién es Cosme y quién Damián. Salen de la iglesia engalanados, abriendo la comitiva y seguidos del clero, autoridades, multitud de arnedanos y navarros. Las calles por las que transita están rebosantes de gente.

Al final de la calle Mayor la procesión se detiene. Murmullos, respiración contenida. En un balcón aparece uno de los navarros y saluda a la concurrencia para, a continuación, “echarnos el pregón”. Es una “interminable declaración de pertenencia”, con el que intenta convencer a los arnedanos entre buenas palabras, posibles soluciones, “documentos fehacientes”, incluso con “amenazas”; de que los Santos son suyos, y que este año, sí, se los van a llevar a Navarra. Pero a los arnedanos, tanta palabrería no nos “engatusa”, ante lo cual, y en tono apremiante, grita: “¡Navarricos, Navarricas! ¡A Navarra con los Santos!”.

Los navarros, portadores de las andas, inician una carrera en dirección a su tierra, siendo detenidos por los arnedanos pocos metros más adelante, y obligándolos a volver al recorrido de la procesión. La respuesta de los arnedanos ante estas reiteradas peticiones es, invariablemente: “pautraño” Y todos, en franca camaradería y amistad, volvemos a retomar el recorrido de la procesión.

Pero los navarros intentarán por dos veces más llevarse a los Santos a Navarra, y por dos veces más serán detenidos por los arnedanos, y por dos veces más dejarán que los Santos se queden en Arnedo hasta “autraño” La segunda vez lo harán en la Plaza de Ntra. Sra. de Vico, y la tercera en el exterior de la iglesia parroquial de San Cosme, antes de comenzar la misa mayor. Así, nuestros hermanos navarros, hermanados en el corazón y por un acta que firmaron los ayuntamientos de Arnedo y Andosilla en 1989, regresarán a su tierra, para volver a intentarlo de nuevo el año que viene.

San Cosme y San Damián, según la tradición, eran gemelos y nacieron en Egea (Arabia). Fueron aprehendidos en las persecuciones contra los cristianos ordenadas por el emperador Diocleciano, fueron sometidos a diversos tormentos y murieron decapitados en el año 287. Se cuentan muchos milagros sobre sus vidas. Estuvieron vinculados a la curación de enfermedades tanto físicas como espirituales. Su culto se extendió por todo el orbe cristiano y en Arnedo ya tenían un templo dedicado en 1201. El hecho de que fueran médicos y boticarios, atraía a gentes de varias leguas a la redonda en busca de sanación, una de las razones por la cual hoy los navarros participan en estas celebraciones.

Las conmemoraciones, descritas someramente, y que se realizan en su honor el día 27 de septiembre, engloban una serie de ritos y rituales, tanto religiosos como profanos, en torno a estos Santos siendo su punto culminante, los tres Robos que llevan a cabo los navarros. Es un conjunto de actos que ha ido enriqueciéndose con el paso de los años, la procesión tiene una antigüedad superior a los cuatrocientos cincuenta años, el Robo se incorporó más tarde, probablemente tras las desamortizaciones religiosas del siglo XIX, con lo que va camino de los dos siglos de vida. Y el rosario ronda los ochenta años de celebración ininterrumpida.

Pero hay más, mucho más. Os invito a celebrarla y descubrirlo.