Una Ribera llena de jóvenes goza de una tarde triunfal

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Cayetano corta tres orejas y sale por la puerta grande; Urdiales se hace con dos, una de cada toro; Ginés Marín se marcha con un trofeo

Por Jesús Rubio

La entrada no fue para echar cohetes, siendo sábado y el día grande, pero desprendía una frescura que por momentos la sentíamos como la mejor de muchos años atrás. Costaba ver a ese aficionado mayor y jubilado entre la multitud de jóvenes que se dieron cita en la Ribera. Impresionante la cantidad que había. Es lo que tiene ofrecerles un abono por 50 euros y entradas sueltas por 10 euros. Cuando se les ponen todas las facilidades, la juventud responde.

Con un bonito galleo por chicuelinas llevó Urdiales al primero de Garcigrande al caballo, al que por cierto derrumbó en las dos ocasiones en las que entró y los monosabios se las desearon para levantarlo. Crecía la tensión en los tendidos. Antes, el de la tierra, saludó una calurosa ovación de reconocimiento. Le esperaban sus paisanos, que muchos de ellos peregrinaron hasta la Ribera que durante estos días es uno de los ejes de las fiestas de San Mateo. Logroño vivió ayer su día grande. Se lució también en el toreo a verónica, depuradas, limpias y con sabor. Tras las probaturas por bajo, cogió la muleta con la diestra y bordó el toreo por ese pitón, con series cortas pero llenas de torería . “Basilisco” tuvo clase y codicia, y Urdiales tiró de él encajando la figura, relajado. Dos tandas a las que le siguieron otras dos por el izquierdo, al natural, y fue en la segunda en la que volvió a hilar la faena. Por ese pitón le costaba más embestir al animal, aunque lo seguía haciendo con clase. Volvió a la diestra y de nuevo nos pellizcó el estómago. Una estocada algo caída y fue premiado con una oreja. Brindó al público su segundo, al que intentó sacar lo poco que tenía. Cantó pronto, y cuando Urdiales le exigía se revolvía saliéndose de la muleta e iniciando la marcha a tablas. Por un pitón y por el otro quiso hacerle el toreo, como él y pocos más saben. Probó varios terreros. Una tanda por el izquierdo quiso resucitarnos, que volviésemos a la faena, pero se la terminó reservando para el final, ya en en la zona de tablas y en toriles. Ahí el toro iba y venía, se movía en su terreno y el diestro pudo ralentizarle algunos muletazos que fueron jaleados por el tendido. Sacó raza y a base de querer consiguió robarle alguno. Tras una estocada fue premiado con una oreja que le costó sacar al presidente, pero que aun dada, y sumando dos, no le abría la puerta grande, ya que en Logroño el reglamento exige dos trofeos en el mismo toros

Hincó los pitones en el albero y una fea voltereta ya en el tercio de muleta mermó las justas fuerzas del segundo Garcigrande. Cayetano intento mimarlo, tirar de él con suavidad, pero la mecha no prendía. Alternó los pasajes por ambas manos, mejor por el izquierdo, aunque se desdibujaban algunos muletazos por la colocación, que era buena al comienzo pero que se perdía a medida que hilvanaba muletazos. Había brindado antes al público. Unos naturales mirando al tendido fueron los más destacados de una faena sosa. Con una estocada tendida pasaportó al animal. Cortó una oreja. Hincó las rodillas en el tercio, más pegado a tablas, y ahí toreó bonito a su segundo con la muleta. Tiró de raza Cayetano y el público agradeció esa improvisación. Antes se le había protestado al toro por sus hechuras. Le pegó la muleta en la cara y tiró de él por derechazos. El de Domingo Hernández embistió con codicia, ritmo y clase. Buen toro. Varias tandas por ese pitón fueron con las que cimentó la faena, que rubricó con una estocada hasta la yema. Petición abrumadora y otras dos orejas que a estas alturas del festejo ya eran la quinta y la sexta. Varios segundos inclinó la bota de vino en la vuelta al ruedo, detalle con el que ya conquistó a la afición que le acompañó al callejón al grito de “torero, torero”.

Más ligero de carnes y lavadito de cara salió el tercero, al que le faltaron grandes dosis de fuerza. Con la rodilla flexionada y por bajo comenzó a tirar del toro con la muleta. Suave, despacio, no admitía prisas porque al más mínimo movimiento brusco se doblaba de manos. Siguió por el pitón derecho. Pasaba, pero sin una brizna de emoción. Por el izquierdo le costó cogerle el aire, el toro protestaba, sacó genio y embistió soltando la cara, aún así, por este pitón vinieron los mejores momentos. Larguísimos unos naturales dando el pecho, que alternó con trincherazos, molinetes, circulares y algún que otro pase por la espalda. Por ese pitón nos quería decir algo más el toro, nos levantó esa sensación de inquietud. Cerró por bernardinas, que intentó abrochar con un intento de arrucina, y finalmente con una trincherilla y un pase de pecho. La estocada calló algo trasera y se le premió con una oreja. Con el que cerraba plaza poco pudo hacer Gines, que lo intentó por ambas manos sin lucimiento alguno. Marró con los aceros. 

FICHA DEL FESTEJO:

Plaza de toros de La Ribera (Logroño). Feria de San Mateo. Primera de abono. Se lidiaron toros de Garcigrande (1º, 2º y 4º) y Domingo Hernández (3º, 5º y 6º). El 1º, noble, con calidad y codicia; el 2º, con nobleza y justito de fuerza; el 3º, blandito de mano; el 4º, rajado; el 5º, de menos a más, noble; y el 6º, descastado, exigente y a menos. Casi tres cuarto de entrada.

Diego Urdiales, de gris plomo y oro. Estocada punto caída (oreja); estocada (oreja).

Cayetano, de azul pavo y oro. Estocada tendida, aviso (oreja); estocada (dos orejas).

Ginés Marín, de teja y oro. Estocada (oreja); dos pinchazos, estocada (silencio).