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Veintisiete de septiembre

Por Montse Altozano

Aún no son las 4 de la mañana y suena el despertador. Es 27 de septiembre, uno de mis mejores días del año, en el que se unen sentimiento de ilusión, emoción y amistad. Son las 5 de la mañana y centenares de personas contentas, a pesar del madrugón, nos esperan al bajarnos del autobús. Es el gran día de las fiestas de Arnedo. Puede ser lunes, miércoles… Es un día de la semana y no importa si vamos ocho, diez o veinte personas. Hay gente que no puede ir por trabajo, vendimias, salud… Pero no importa, es el día grande para los arnedanos, y para mí, la misma emoción, alegría, fiesta y fraternidad es lo que se respira ya en Arnedo a esas horas matutinas. El recibimiento es el mismo año tras año, pastas y moscatel para entonar.

Después de los saludos se empiezan a entonar los cantos de la aurora, letras hechas para este pueblo y sus Santos. El acordeón y las guitarras dan las primeras notas para empezar a cantar la aurora a San Cosme y San Damián en su gran día. No importa si somos pocos o muchos los navarros, un gran círculo se abre en cada punto de canto para dejar paso a los auroros de Andosilla.

Yo no canto, me reservo, oigo, veo y disfruto de ese momento fraternal, y me preguntan algunos: ¿Qué tal? ¿Vienes preparada? ¿Qué mentiras nos vas a contar hoy? Y es que yo soy la pregonera, así me conocen desde 2004 que vine por primera vez con mi pregón. Solo unos días antes me pongo a escribirlo, con las últimas noticias acaecidas en el pueblo o con el último chascarrillo que ha ocurrido por aquí y entre sus gentes. Estoy nerviosa. ¿Habré acertado con mis palabras? ¿Les gustará? Porque os tiene que gustar, lo sé, estáis todos muy atentos a mis palabras. Miles de personas, desde alcaldes, representantes del Gobierno, la iglesia y muchos arnedanos y visitantes, tienen la mirada en el segundo piso del Ayuntamiento, donde estoy yo intentando convencer de que los Santos son de Navarra y a Navarra deben volver. Eso ocurre como a las 12 del mediodía.

Pero volvamos a las horas tempranas. Después de haber cantado las primeras auroras llegamos a las escaleras de Santo Tomás donde durante muchos años nos esperó Don Luis. Pasarán muchos más y les escucharemos empezar el rosario y echar sus pregones, pero Don Luis era el alma de la fiesta, y hace unas semanas nos dejó. Las cosas que me llegó a decir… De manera simpática, pero claro y directo. Charlatana me llamaba. Y mentirosa. ¡Qué mañana de momentos! Y cuántas emociones.

Después del Rosario escuchamos la misa primera. Posteriormente tomamos galletas y moscatel. Hay algunas mañanas del 27 de septiembre muy frías, pero allí, en el patio de San Cosme se respira calor, y empezando con mas cánticos y jotas, clarea el día. Después nos vamos a almorzar, hay que reponer fuerzas tras el madrugón. Aún quedan horas por delante, y ya empiezan en mi cuerpo a salir las mariposillas de los nervios. Va llegando la hora de los pregones.

Los mozos navarros se preparan para coger a los Santos después de haber bajado en procesión. Primer pregón. Y carrera. ¡Qué nervios! El segundo es el mío. Ya se me pone piel de gallina, incluso ahora que lo estoy escribiendo. Y al grito de: “A Navarra con ellos”, se vuelven hacia atrás. Pero no importa, el recibimiento es el mismo, y eso es lo que me encanta de este día. Será ‘autraño’, porque lo que yo quiero es volver.
¡Felices Fiestas!

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